Es el
momento de buscar nuevas formas de aprender y de enseñar los contenidos básicos
e instrumentales y a la vez de desarrollar la idea de «aprender a aprender».
Surgen en el mercado pedagógico las llamadas «técnicas de estudio» para dar
respuesta al fracaso escolar. Dentro de las técnicas siempre hay un apartado
dedicado a la lectura de estudio que se explica (cómo hay que leer para
aprender) pero no se ejercita a los alumnos en estos principios básicos de una
buena lectura; de modo que se puede dar la paradoja de que los alumnos sepan
cómo han de leer, pero no sepan leer. Se empieza a pensar que la llave de
acceso a muchos aprendizajes y a la cultura es la lectura y que esta habilidad
no está bien tratada metodológicamente en la escuela.
Recomendamos la «lectura
eficaz», cuyo objetivo básico es leer más y comprender mejor. Se diseñan una
serie de actividades (juegos de lectura) encaminadas a desarrollar las
habilidades implícitas en el acto lector: habilidad y discriminación visual,
visión directa, indirecta, discriminación de letras, comprensión, vocabulario,
estructuras morfosintácticas, memoria, hipótesis de significado, inferencias y
se procura que el lector aproveche estas estrategias al enfrentarse a los
diversos tipos de textos que tendrá que leer. Se trata de conseguir una lectura
tan fluida y a la vez tan adaptada a cada tipo de texto y a cada situación, que
al estudiante no le resulte enojoso leer, sino agradable, reconfortante. A
todas estas técnicas, ya de por sí practicadas en un ambiente lúdico, se añaden
otras de «animación de la lectura» que pretenden hacer de los alumnos «lectores
activos y eficaces».
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